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La CGT, las dos CTA y los principales movimientos sociales muestran su VIOLENCIA

Cuando los manifestantes del gremio de Camioneros protagonizaron esta tarde incidentes en la Plaza de Mayo, durante la concentración del acto convocado por la CGT para esta tarde a las 16 contra una eventual reforma laboral y en contra de que haya más despidos.

Los incidentes ocurrieron frente al escenario central entre miembros de Camioneros que se enfrentaron con golpes de puño, botellazos y palazos. Para evitar que se repitan situaciones de violencia como las de la marcha del 7 de marzo, la CGT reforzó la seguridad y ubicó el escenario de manera estratégica para evitar «ataques por la retaguardia», como el que adjudicaron a la izquierda sindical y a infiltrados kirchneristas en el cierre de la última protesta.

Este mediodía, manifestantes nucleados en la CGT y las CTA, además de miembros de movimientos sociales, empezaron a marchar hacia la Plaza de Mayo, donde se realizaría el acto central del sindicalismo en contra de la política económica y laboral del Gobierno.

Columnas de gremios como Camineros, UDA y UPCN ingresaron por Diagonal Sur, mientras que movimientos sociales como Barrios de Pie concentraron en la zona del Obelisco para movilizarse por avenida Presidente Roque Saénz Peña hacia la Plaza de Mayo.

La CGT , las dos CTA y los principales movimientos sociales se concentran en el centro porteño para rechazar una eventual reforma laboral y exhortar a defender los puestos de trabajo hasta si es necesario con otro proyecto legislativo que evite despidos, como sucedió en mayo de 2016.

A pesar de la cantidad de gente presente en la Plaza de Mayo, algunos gremios de relevancia le quitaron el hombro a la protesta. Entre ellos, el sector de «los Gordos» (grandes gremios de servicios), cuyo referente es Héctor Daer, uno de los tres jefes cegetistas.

Desde el Gobierno repudiaron la marcha y la relacionaron conn la época electoral que se vive. El ministro de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación, Jorge Triaca, no sólo aseguró que «no queda muy claro el motivo [de la movilización]», sino que además dijo que es «innecesaria, inoportuna» y que «tiene tufillo electoral».

 

La débil CGT

Una multitud dispersa por la Plaza de Mayo contrasta con la señal de fortaleza que intentó enviar ayer un sector de la

CGT. La protesta en las narices de la Casa Rosada para rechazar una eventual reforma laboral y defender el empleo genuino nació débil, sin consenso y lejos de una estrategia común. Ni siquiera estuvieron en el escenario los tres jefes de la central obrera, lo que refleja una división virtual.

La marcha se mantuvo a flote sólo para conservar la frágil unidad interna, en la que chocan dos posturas antagónicas que salen ahora más nítidas a la superficie: la más dura, que pretende definir la fecha de un paro nacional el 25 de septiembre, y otra más moderada, que apuesta a conservar el diálogo y la negociación con la Casa Rosada hasta después de las elecciones legislativas de octubre. Es una dicotomía histórica, que tuvo capítulos y protagonistas similares en tres de las últimas cuatro divisiones de la CGT que se encadenaron entre el menemismo y el kirchnerismo.

La protesta reflejó la avanzada de la tropa de Hugo Moyano para tomar el poder en soledad de la CGT. En el llano, miles de militantes de camioneros que no lograron garantizar una protesta en paz. En el palco, todos los integrantes del consejo directivo que responden a Moyano. Hubo excepciones aisladas: Andrés Rodríguez, Rodolfo Daer, Víctor Santamaría y Sergio Romero.

Juan Carlos Schmid, el representante de los Moyano en el triunvirato de mando y único orador, llamó a un comité central confederal para el 25 de septiembre. Es una manera de patear la interna y de explorar acuerdos intermedios con el Gobierno.

imágenes de la anterior marcha y paro de la CGT

El confederal es una suerte de cabildo abierto en el que los gremios definirán si avanzan hacia un paro nacional que ya se vislumbra imposible. «Si no se define por consenso, se vota. Y la mayoría no quiere parar», echó por tierra la cruzada combativa un dirigente que lleva tres décadas en la cima de su organización gremial.

Más allá del ímpetu de Schmid y su voz trémula para animar una resistencia en contra de una reforma laboral, la madurez del paro será difícil. La medida la empujan el moyanismo, un raquítico sector del barrionuevismo y la Corriente Federal, que encabeza el bancario Sergio Palazzo. Ni «los Gordos» (grandes gremios de servicios), que no estuvieron ayer en el palco, ni los ferroviarios y colectiveros, dos gremios decisivos para garantizar una medida exitosa, avalarían una huelga antes de las elecciones del 22 de octubre.

El Gobierno sigue de cerca el ajedrez sindical y se siente victorioso en la pulseada. Desde lo escénico, avivó ayer la interna al divulgar una foto del ministro de Trabajo, Jorge Triaca, reunido con los gremios de las 62 Organizaciones Peronistas, el oxidado brazo político que supo articular la CGT. E identificó a los convocantes de la marcha con el kirchnerismo sindical que encarnan los ceteístas

La marcha de la CGT no logró disimular las diferencias entre los gremios

TOTALMENTE dividida y ante un futuro incierto, la CGT volvió a postergar las definiciones. Un año después de su reunificación y de la asunción del triunvirato que la conduce desde entonces, la marcha a la Plaza de Mayo terminó ayer con la convocatoria de un plenario que recién dentro de un mes decidirá si habrá un segundo paro nacional contra el gobierno de Mauricio Macri.

La reacción de Macri fue inmediata: pocas horas después ordenó apartar de sus cargos al superintendente de Seguros de Salud, Luis Scervino, a cargo del manejo de los fondos de las obras sociales; y a Ezequiel Sabor, viceministro de Trabajo, ambos de extracción gremial.

A las 14.45 empezó el acto, 15 minutos antes de lo previsto. Una media hora antes, camioneros y trabajadores de la alimentación habían cruzado piñas y botellazos a metros del escenario, fuertemente custodiado por los hombres de Hugo Moyano. Por pocos minutos, el fantasma de los incidentes del 7 de marzo atravesó la plaza. Hubo heridos leves y la escaramuza no pasó a mayores, pero convenció a los organizadores de que lo mejor era liquidar rápido el acto y desconcentrar cuanto antes.

La marcha fue masiva, aunque no todo lo que esperaban los gremios (90.000 según los organizadores, entre 40.000 y 50.000 para fuentes oficiales). Pero dejó en evidencia que la fractura de la CGT es inminente, aunque muchos se esmeren en mostrar lo contrario. Héctor Daer, integrante del triunvirato y representante de «los Gordos» (grandes gremios), evitó el escenario. En cambio, estuvo en la plaza al frente de la columna de Sanidad, su sindicato.

El palco estuvo copado por representantes del moyanismo, sin Hugo Moyano y con su hijo Pablo a la cabeza. Carlos Acuña, el hombre de Luis Barrionuevo en la CGT, fue el único de su sector. Por los autodenominados «independientes» sólo estuvieron Andrés Rodríguez (UPCN) y José Luis Lingeri (AySA). Rodolfo Daer, jefe de Alimentación, fue el único representante de «los Gordos». En nombre de las organizaciones sociales estuvieron Juan Carlos Alderete (CCC), Daniel Menéndez y el líder de la CTEP, Esteban «Gringo» Castro. Abajo, lejos del escenario y sobre Avenida de Mayo, quedaron Hugo Yasky y Pablo Micheli, jefes de las dos CTA.

Juan Carlos Schmid fue el único orador. Presentado como «el» secretario general de la CGT, el jefe de los portuarios y hombre de Moyano en el triunvirato repartió su discurso entre la respuesta a las críticas del Gobierno y la defensa de las razones que motivaron la marcha.

«Somos conscientes de que recientemente ha habido una elección, pero no nos alcanza sólo con votar. No venimos detrás de ninguna conspiración», dijo apenas arrancó. «No somos sordos, claro que escuchamos, pero queremos una solución integral», insistió minutos más tarde sobre el veredicto de las urnas de hace diez días.

Enseguida avanzó sobre los temas para los que la CGT reclama «una solución integral». «Si algún retrógrado piensa que bajando salarios e interviniendo sindicatos las inversiones van a hacer cola, están muy equivocados», exclamó. Hablaba, sin mencionarla, de la reforma laboral que el Gobierno prevé impulsar después de octubre. «Rechazamos cualquier acusación de que estamos atrasando la modernización del país», completó.

Schmid cerró con el detalle de los reclamos, la «agenda social» de la CGT: un aumento de emergencia para los jubilados, el fin de la intervención de sindicatos, el rechazo de las reformas laboral y previsional, la plena vigencia de los convenios colectivos de trabajo y la sanción de una ley de emergencia alimentaria. El último punto fue un espaldarazo claro a la principal demanda de los movimientos sociales, que aportaron gruesas columnas a la marcha.

Fueron los pasajes más duros de un discurso de no más de 15 minutos. Al mensaje, y al acto en general, le faltó temperatura. Pareció más un trámite para contener a las bases y evitar la explosión de la propia interna que un paso más en un plan de lucha. De hecho, las próximas definiciones se conocerán recién dentro de más de un mes, el 25 de septiembre, cuando se reúna el comité central confederal. Es el órgano resolutivo de la CGT del que participan secretarios generales y jefes de confederaciones. El llamado a un paro difícilmente prospere en ese ámbito. La definición se conocerá un mes antes de las elecciones generales.

«El 25 de septiembre se convocará al comité para decidir un plan de lucha que incluya un paro general», anunció Schmid. Esta vez no retumbó el «poné la fecha, la puta que te parió», como había pasado en marzo, salvo por arengas aisladas de la izquierda y la CTA.

Mientras tanto, más allá de la presión en la calle, los puentes entre el Gobierno y la CGT siguen en pie. Hoy, representantes de la Casa Rosada se reunirán con Lingeri para discutir la distribución de 8000 millones de pesos destinados reflotar el plan de cobertura universal médica, una iniciativa que el Gobierno espera poner en marcha en el corto plazo.

La marcha de marzo derivó en un paro un mes después. La de ayer configura un escenario definitivamente más incierto.

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