Comedores Sociales
Surgidos en plena crisis de 2001, se fueron adaptando para dar una atención integral a los que no pudieron salir de la pobreza. Desde los comedores sociales de CARITAS que acompaña la labor de muchos comedores a los que acuden miles de personas por día, para recibir alguno de los cuatro servicios diarios. Se ocupa de aspectos relacionados con la nutrición y la salud, promueve la capacitación y el trabajo participativo. La tarea es coordinada por las Vicarías que cubren el territorio de la Ciudad de Buenos Aires.»En un pequeño relevamiento con diócesis en una reunión de hace tres semanas, ya se habían abierto unos 25 comedores y se notaba una demanda de mayor asistencia en adultos mayores también en centros de salud», enfatizó Cristiani y añadió: «Se nota una mayor demanda en todas esas actividades». Resaltó que «hay un deterioro que viene ya desde hace más de un año, que se nota en las distintas tareas, en los servicios que va llevando Cáritas y que, evidentemente, en estos últimos tiempos, se nota aún más, por lo que vivimos este proceso con preocupación».
http://caritasbsas.org.ar/web/servicios-gratuitos-caritas-buenos-aires/comedores/
Hasta los Comedores Sociales de la Red de comedores comunitarios que busca cubrir la necesidad alimentaria a personas en situación de vulnerabilidad social en más de 300 comedores comunitarios distribuidos en toda la Ciudad.
http://www.buenosaires.gob.ar/redentodoestasvos/inclusion-social/red-de-comedores-comunitarios
El conmovedor testimonio de Margarita Barrientos: cómo es el hambre.?
Una recordada entrevista realizada por Alejandro Fantino, la fundadora de Los Piletones relató su experiencia: “Yo sí puedo contar lo que es porque lo he vivido”.
La pregunta de Alejandro Fantino fue directa: ¿cómo explicarle qué es el hambre a quien nunca lo sintió? Y la respuesta que recibió de su entrevistada, Margarita Barrientos, conmovió. La fundadora del comedor Los Piletones empezó con un relato duro, en el que varias veces se quebró.
“Es muy triste tener hambre porque te invade la soledad, la tristeza. A veces tenés hambre de un abrazo, de un beso, de una caricia… Yo lo he vivido”, comenzó. Y luego pasó a describir qué siente en el cuerpo quien no tiene nada para comer. “Un médico, un periodista no me puede hablar de hambre porque nunca lo vivió, pero yo sí le puedo contar lo que es el hambre porque yo lo he vivido. Es un dolor en el estomago, que es como que te están comiendo y te duele tanto… y sabes que no vas a tener por más que te duela el estómago”, detalló.
https://www.youtube.com/watch?v=RObju7zVkm4
Barrientos se remontó a su infancia. “Y no es solamente eso. Es la soledad –insistió–. Nosotros estábamos solos en el monte con mi hermano y mi otra hermanita, abandonados en el campo. Martincito me sabía decir ‘Magui, mañana vamos a salir a y a cazar iguanas’. ‘Vos salí, cazá y traé, y yo voy a cocinar’”.
La dirigente social remarcó que “es muy triste saber que un chico se muere de hambre y nadie hace nada” y se lamentó de que “los chicos no tienen un lugar a dónde ir a comer. No le puedo ir a pedir a mi vecina un poquito de harina o azúcar para endulzar el mate cocido para mi hijo porque el otro tampoco tiene”.
Juntos podemos desarmar el hambre.
Desde Lugano, entre las avenidas Richieri y General Paz, se erige el barrio Inta en donde viven cerca de 4000 personas. Ahí, en la calle Los Robles, manzana 3, casa 40/1, dos carteles conviven con total naturalidad. El de la izquierda, con dibujos, más artesanal y con letras redondeadas dice: «Comedor Infantil Ositos Cariñosos, fundado el 20 de octubre de 1989». A su derecha, otro más institucional agrega: «Centro de Primera Infancia Ositos Cariñosos, Dirección de Fortalecimiento de la Sociedad Civil, Ministerio de Desarrollo Social de la Ciudad de Buenos Aires».
El Estado y las organizaciones de la sociedad civil (OSC) no trabajaron siempre de la mano. De hecho, tienen una larga historia de mirarse der eojoy con pro funda des confianza. Tuvieron tropiezos y desilusiones mutuas. Pero con el tiempo, fueron derribando algunos prejuicios y entendiendo que no hay mejor manera de ejercer las políticas públicas que potenciando las virtudes de cada uno. Las OSC desde su «saber hacer», sus conocimientos de primera mano de las necesidades del barrio y su presencia en el territorio; el Estado, desde su escala, financiamiento y apoyo institucional. Todos ganan, especialmente los beneficiarios.
La crisis de 2001 hizo explotar a la Argentina. Hambre, desempleo, pobreza, incertidumbre. Los peores fantasmas de la exclusión se instalaron para quedarse más de la cuenta. Y el instinto de supervivencia hizo que desde los mismos barrios surgieran ollas populares y comedores comunitarios para atender lo urgente. Y este sector social que se multiplicó en todos los rincones del país pisó fuerte, tapó los baches de un Estado desbordado, y mostró con creces que – aunque de manera desordenada y a pulmón – podía brindar servicios y atender a la población más vulnerable.
Esta fue una batalla ganada contra la adversidad y una escalada para el Sector Social en la confianza social. Por eso, en los últimos años, los diferentes niveles de gobierno (nacional, provincial y municipal) fueron generando vínculos más estrechos con este actor, hasta incluso decidir directamente implementar su política pública a través suyo.
Ya no más duplicar esfuerzos y darles la espalda, sino empoderar su trabajo, legitimarlo y sentar las bases de articulaciones exitosas. Son comedores comunitarios, hogares de niños, guarderías y cooperativas de recuperadores urbanos, entre otros, que brindan diferentes servicios para el Estado.
«Lo que pasó en la relación con muchas de estas organizaciones es que descubrimos que venían trabajando en temáticas en las que nosotros también elegíamos estar desde la política pública. En el caso de primera infancia decidimos hacerlo a través de los Centros de Primera Infancia (CPI) y en vez de empezar de cero, buscamos hacer gestión asociada con organizaciones sociales que venían trabajando en este tema. Eran guarderías más precarias, jardines o comedores comunitarios que los transformamos en Centros de Primera Infancia. Entonces fortalecimos a los equipos que trabajaban ahí, los capacitamos, mejoramos la infraestructura porque ellos ya tenían una relación con la comunidad y con esta temática. Hoy tenemos 64 CPI y todos funcionan en alianza con organizaciones sociales», explica Carolina Stanley, Ministra de Desarrollo Social del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
De hecho, sólo desde este Ministerio, el gobierno porteño apoya actualmente a 1277 OSC, a través de la cuáles llega a 452.000 beneficiarios y canaliza un presupuesto de 380 millones de pesos. De la mano, desarrollan programas en diferentes áreas como primera infancia, adicciones, adultos mayores, adolescencia, inserción laboral, juegotecas y hogares, entre otros.
Comedores Sociales en Jose C. Paz
Jose C. Paz es un centro neuralgico importante de la pobreza del conurbano bonaerense, donde nunca alcanza los que se hace por los grupos sociales desprotegidos, donde el trabajo social se realiza los 365 días del año y siempre faltan manos para poder cumplir con las promesas de llevar un plato de comida a la mesa comunitaria.El trabajo comunitario dela Agrupación Por la Ruta de Peron y Jose C. Paz Activa, y de su directora institucional la señora Paola Denuchi, quien desde hace mas de dos años a amadrinado mas de una docena de comedores Comunitarios en Jose C. Paz, ya que tuvo la visión temprana de detectar la carencia alimentaria en los niños de la región.
Con trabajo voluntario y mucho esfuerzo social de donaciones se logra ajustadamente a que docenas de niños coman en Jose C. Paz cada día de la semana.Uno de los comedores mas activos es el del barrio Los Hornos, donde se alimenta, se contiene a 250 chicos. Es una zona donde jamás recibieron ayuda de ningún tipo, nos encontramos con chicos y grandes con muchas necesidades básicas para el ser humano, donde ademas del plato de comida también se reparten calzados y ropa tanto a los niños como a sus padres.
https://www.youtube.com/watch?v=WaLLBhIi56s
Lomas de Zamora y sus comedores sociales
la Fundación Sendero no detiene su trabajo, crece y sueña con dar cada vez más posibilidades de alcanzar una mejor vida a los niños de la calle. “Con que un niño o adolescente logre armar un camino en su vida, la tarea está cumplida”, dijo Natalia Cuomo, coordinadora de la entidad que funciona en Cerrito 65, Temperley, donde conviven con la Fundación Crecer Juntos.
Allí, según le explicó a “Crónica”, realizan un abordaje “integral” de la problemá- tica de la niñez, a través del que apuntan a resolver las complicaciones de la vida cotidiana y construir un futuro mejor.
“Somos una entidad sin fines de lucro que trabaja con niños en situación de vulnerabilidad social”, señaló Cuomo, a la vez que recordó que “hasta 2006 vivían en la Fundación entre 40 y 50 chicos, pero desde ese año, con la adecuación a la Convención de los Derechos del Niño”, el lugar dejó de recibir a los pibes y comenzó a“reforzar los comedores comunitarios y a ofrecer un servicio de atención terapéutica, con actividades gratuitas y talleres socieducativos”.
De esta manera, las diez personas que trabajan allí, más los voluntarios y practicantes, realizan una enorme tarea. Entre ellas, los jueves es el turno de preparar “entre 70 y 80 viandas”, que distribuyen a personas necesitadas de Lomas de Zamora.
“Es un trabajo de red con varias entidades de la zona”, expresó la coordinadora. Cumplir con semejante labor no es sencillo. Por eso, necesitan de la solidaridad de la población para que les acerquen todo tipo de alimentos. “La mayor necesidad es de carne”, detalló Cuomo, que también destacó que reciben “alimentos no perecederos”. Además, quienes quieran hacer una donación para colaborar con los talleres lo pueden hacer a través de la tarjeta de crédito o en la cuenta corriente 03100083/11 del Banco Nación, sucursal Lomas de Zamora.
Y para contactarse con sus miembros, sólo hay que acercarse a su sede, llamar al teléfono 4243-2604 o entrar a la página de Internet www.fundacionsendero .org.ar. Por otra parte, también necesitan hacer arreglos en su sede, por lo que será bienvenida la donación de todo tipo de materiales.
La Matanza
Elena Samaniego y sus cuatro hijas decidieron abrir un comedor en el partido de La Matanza hace diez años cuando las cosas se pusieron difíciles. Ellas se dieron cuenta de una triste verdad: si esa noche no cocinaban había gente que se quedaba sin comer. En ese entonces cocinaban con leña y debían ingeniárselas de alguna forma para conseguir la comida.
Silvia Caraballo, voluntaria e hija de Elena, asegura que una vez hicieron un guiso para 250 personas con 2 pesos. Les regalaron hueso en una carnicería y compraron un poco de papa, cebolla y zanahoria; consiguieron tomates por ser desechados de una verdulería y el resto lo completaron con una pequeña huerta que tenían en la casa. En ese entonces preparaban una gran olla ya que los comensales llegaban a 400.
«En esos años de tanta necesidad nos dimos cuenta de que nadie nos iba a ayudar. Dependía de nosotros y nos teníamos el uno al otro para salir de este pozo», dice Gabriela Caraballo, una de las hijas de Samaniego, que al igual que su madre y el resto de sus hermanas lleva un delantal de cocina rayado para no mancharse cuando sirve leche con chocolate a los chicos del barrio que se acercan a tomar la merienda.
Para llegar al comedor Una Mano Solidaria -que queda sobre una calle de tierra que se inunda cuando llueve- hay que tomar la ruta 3 hasta Isidro Casanova, partido de La Matanza. Sobre la misma ruta que hace diez año lucía carteles que decían Choripán 1 peso, ahora no hay cartel, pero no es necesario que avisen a sus vecinos que el precio subió.
Diez años más tarde, esa olla popular se convirtió en un merendero para 150 chicos y jóvenes. Para mantener en pie la obra reciben donaciones de la Red Solidaria y de particulares, pero ningún subsidio por parte del Estado. Además de brindarles la merienda realizan actividades recreativas para los chicos del barrio, como día de pileta, fiesta de disfraces o show de títeres, entre otros.
Para Héctor Toty Flores, referente del Movimiento de Trabajadores Desocupados MTD La Matanza, fundador de la Cooperativa Barrio La Juanita y ex diputado nacional, «los comedores siguen teniendo mucha demanda. En La Matanza hubo una expansión de asentamientos y en esas zonas, el comedor se hace muy necesario».
Para Flores, el perfil de las personas que necesitan del servicio de los comedores es heterogéneo. Asisten tanto las personas que se han quedado sin trabajo como aquellos que sufren el achicamiento de sus salarios por la inflación. «En 2001, la existencia de los comedores estaba justificada; ahora produce tristeza», dice Flores.
Red de Banco de Alimentos
La Red de Banco de Alimentos fue una gran ayuda para las organizaciones sociales durante la crisis y actualmente asiste a 1155 comedores e instituciones a los cuales concurren 180.000 personas, 80% de ellos menores de edad.
Según la encuesta anual de 2011 de la Red Argentina de Banco de Alimentos sobre la situación de las organizaciones a las que asisten, el 54% incrementó la demanda de las personas o familias atendidas durante los últimos meses. Además, un 32% de ellos sufrió una caída en sus recursos económicos. «Nosotros les proveemos el 40% de los alimentos que necesitan. Sin embargo, con el faltante que deben comprar dicen que cada vez les alcanza para menos», explica Kasdorf.
Estos comedores evidenciaron una metamorfosis en gran parte de sus principales ejes como, por ejemplo, la calidad de la comida, el tipo de beneficiarios a los que asisten, sus fuentes de financiación, sus voluntarios y en su logística, al incorporar la opción de llevarse vianda para comer en sus casas.
En 2001, el comedor de la iglesia de San Carlos no estaba preparado para recibir a tanta gente. Por esa razón consiguieron ayuda económica del Banco Mundial y donaciones de comida por parte del Banco de Alimentos, y se formalizaron como comedor. Mientras que en plena crisis asistían a 150 personas, hoy dan de comer a 300 que se acercan desde Derqui, Lomas de Zamora, Moreno y Lanús, y otros partidos de la provincia de Buenos Aires. Mafalda Chiolerio, voluntaria de la iglesia, explica que uno de sus mayores logros durante esta última década fue mejorar la calidad de la comida. La iglesia también incorporó la opción de viandas en 2009, cuando obligados por una cuestión de salubridad en plena gripe porcina cayeron en la cuenta de que este sistema alivianaba el trabajo diario de los voluntarios.