Mauricio Macri, al frente de la campaña 2017
Mauricio Macri trabaja como si él fuera «el» candidato. Está decidido a cargarse la campaña al hombro y a caminar incesantemente todo el país. «Al fin y al cabo, es lo que hago todo el tiempo», admite Macri .
El Presidente y su mesa chica insisten en que el electorado elegirá entre lo que representa y propone el Gobierno, y el pasado que encarna el kirchnerismo. Por eso, argumentan, no les preocupa tanto que las listas estén encabezadas por dirigentes y figuras de alto nivel de conocimiento y votos propios.
Por eso, Macri subraya que no sólo no le preocupa tener que liderar la movida proselitista, sino que le gusta. Él y su jefe de Gabinete, Marcos Peña, dicen que aprendió a disfrutar de estar en la calle en contacto con la gente, como estará obligado a hacer, ante los que le recuerdan cuánto detestaba hacer campaña hasta no hace tanto tiempo. «Mi metamorfosis es mucho más profunda de lo que ustedes creen», se jacta.
En el oficialismo no admiten que el escenario electoral que dibujan Macri y su equipo, con Peña al frente, se parece mucho al de «el candidato es el modelo», que instaló Cristina Kirchner en la última elección presidencial. Aunque la estrategia ronde ese vecindario semántico,
A lo que ni siquiera se aproximan es a la máxima de Néstor Kirchner de que en las elecciones legislativas se plebiscita el Gobierno. En este caso, la mesa chica macrista argumenta que la mayoría del electorado optará por lo que no quiere que vuelva y por lo que se puede lograr si vota al Gobierno, antes que por lo que Macri habrá hecho en casi dos años.
«Las encuestas no dejan dudas. En la cabeza de la gente sólo aparecemos nosotros o el pasado kirchnerista. Y en la ciudad de Buenos Aires se suma Lilita. El resto no figura», suele repetir en estos días Macri para reforzar su hipóstesis. No lo nombra, pero de paso saca de la cancha como adversario de riesgo a Sergio Massa.
A eso agrega que, según un sondeo recibido en los últimos días, la sociedad ya empezó a percibir mejoras en la economía, «especialmente por la baja de la inflación. Y son muchos los que ya dicen que llegan con más comodidad a fin de mes», sostienen.
El optimismo es alto, a pesar de la conflictividad con la que amenazó en los últimos días el sindicalismo. Tanto que la táctica será, en lo inmediato, no llamar a la dirigencia sindical a negociar. «La realidad se lo va a demostrar. Como dijo Nicolás Dujovne [ministro de Hacienda], no coincidimos con el análisis que hacen los gremialistas. El paro sólo responde a sus disputas internas, al vedetismo de algunos y al año electoral.»
Más allá de eso, en la Rosada le reconocen al gremialismo una actitud positiva en el primer año de gobierno y la contrastan con la de «algunos empresarios que no entienden que el país y el mundo cambiaron».
El desafío de bajar el gasto
La decisión de no ceder ante la presión sindical tiene otra razón: la necesidad de bajar el gasto público, una de las principales metas que el Gobierno dice haberse propuesto.
Por eso, el Presidente y su equipo se molestan cuando se les pregunta si, como parece en algunos casos, gobernarán durante este año en función de las elecciones. «Si fuera así, no nos propondríamos bajar el déficit. Y eso es innegociable, porque así no podemos seguir», repite Macri ante quien quiera escucharlo.
No es ése el único desafío complejo para Macri con miras a las elecciones y ante su objetivo de fortalecer la gobernabilidad. La guerra santa declarada por Carrió al titular de la Corte, Ricardo Lorenzetti, parece una contradicción difícil de saldar.
Si ella decide postularse sería la principal carta electoral de Cambiemos en la Capital o en la provincia de Buenos Aires, mientras que el magistrado es hoy para Macri una garantía de gobernabilidad y de equilibrio en el máximo tribunal. Y suele repetir que no ha logrado tener ninguna evidencia de las acusaciones que esparce el huracán Lilita.
Como con los sindicalistas, Macri pone el tema en el freezer. Espera que el tiempo le juegue a favor. Lo mismo que con la economía. Mientras, sigue entrenándose para la campaña y relata, una y otra vez,las visitas que hizo la última semana a casa de vecinos del Gran Buenos Aires.
Articular Cambiemos en los 24 distritos, un desafío complejo
La UCR llevó un pedido electoral concreto a Mauricio Macri en la reunión que se hizo en la quinta de Olivos el lunes pasado: conformar Cambiemos en los 24 distritos. El presidente aceptó la propuesta de los socios radicales, que incluye también la conformación de la coalición en la ciudad de Buenos Aires, un punto sensible para el oficialismo.

Transformar la herramienta electoral en un estructura estable en todo el país supone un desafío político para Cambiemos. Bajo esa idea fundacional, deberá adaptarse a 24 escenarios distintos para darle forma y flexibilidad a un frente que necesita de patas partidarias locales para vertebrar un poder que contrapese a los oficialismos provinciales, usualmente identificados con el peronismo.
Pero la política es al arte de lo posible y hay provincias donde la ingeniería de Cambiemos desafía las leyes de la física a simple vista, aunque responde a una estrategia frentista. En algunas provincias la coalición se conforma con socios fundadores más aportes provinciales y en otras se constituyen megaalianzas que incluyen un variopinto abanico de fuerzas, que va desde el socialismo, pasando por el GEN, hasta llegar al peronismo disidente. El caso modelo es el de Jujuy, donde el gobernador Gerardo Molares cobijó bajo un mismo paraguas a 12 partidos en el Frente Cambia Jujuy.
Sumar a sectores peronistas es toda una discusión para Cambiemos. Los radicales son muy estrictos con este tema, temen adhesiones circunstanciales. Los alfiles de Pro consideran una apertura más amplia en algunos casos, como que la que produjo en Tucumán, donde convivieron bajo el mismo techo José Cano y Domingo Amaya, ambos funcionarios provinciales. En San Luis, por ejemplo, la intención es sumar al ex gobernador Claudio Poggi.
En términos generales, la ecuación de jugar en todo el paño con el sello de Cambiemos le cierra más al radicalismo. La UCR tiene representación en casi todas las provincias, aunque en algunas está muy debilitada o su presencia es apenas testimonial, como en el caso de Chubut y San Juan, donde Pro corre con cierta ventaja a la hora de imponer condiciones.
Los radicales cuentan con dirigentes con aspiraciones en Catamarca, como el ex gobernador Eduardo Brizuela del Moral, o en Formosa, donde hay dos referentes claros: el titular de Agroindustria, Ricardo Bruyaile y el senador Luis Naidenoff. Pro busca sumar figuras nuevas y crecer en las listas.
En las provincias donde hay un gobernador de la coalición, los liderazgos están definidos: en Jujuy, Morales; en Mendoza, Alfredo Cornejo; en Corrientes, Ricardo Colombi, y en Buenos Aires, María Eugenia Vidal. La excepción es Capital Federal, donde las objeciones al oficialismo porteño están a la orden del día. El trauma del ballottage de 2015 es un punto urticante para Horacio Rodríguez Larreta. La única variable de ajuste para llegar a un acuerdo parece ser la decisión que tome Martín Lousteau .
En Santa Fe, la UCR ya confirmó que conformará Cambiemos y se abrirá de su histórica alianza con el socialismo. Aunque el partido de la rosa adhirió de las versiones provinciales de Cambiemos en más de cinco distritos. La mesa de Cambiemos ya funciona en 14 de las 24 jurisdicciones. A lo largo del año y, todos los martes se reunirán los referentes de Pro y la UCR para darle una vuelta de rosca al cierre nacional.
Fuente:http://www.lanacion.com.ar/1981946-macri-al-frente-de-la-campana-como-si-fuera-el-candidato
http://www.lanacion.com.ar/1981957-articular-cambiemos-en-los-24-distritos-un-desafio-complejo